Desarmando el discurso de la oposición
El discurso de la queja
A principios de año tuve la oportunidad de verme con un viejo amigo, profesor de lingüística de una universidad venezolana. Conversamos sobre varios temas y de manera jocosa me comentó que ahora él era el “chavista de la facultad”. Me causó gracia el asunto: mi amigo es opositor declarado y aunque nunca ha llegado al extremo de ser un “escuálido”, sostiene su postura de opositor con mucha firmeza.
Le pregunté la causa de esa nueva fama y pasó a hablarme de lo que él llamó “el discurso de la queja”. El discurso de la queja, señalaba, se refiere a lo que “debería ser” en contraposición con la realidad. La queja tiene como referente un modelo supuestamente “justo” y no admite términos medios. Mi amigo me describía que si bien la queja manifiesta una postura de inconformidad, su trasfondo es la indiferencia: quien se queja puede llegar a señalar lo que hay que hacer, cómo hacerlo y quiénes deben hacerlo… pero nunca se asignará a sí mismo una responsabilidad o tarea para cambiar esa situación que provoca su queja. La queja siempre condena a los demás y en el mejor de los casos reparte las culpas, pero nunca las soluciones.
Mi amigo me contaba que actualmente en Venezuela “el discurso de la queja” se ha hecho tan común y tan generalizado, que quienes no se hacen eco de él son objeto de exclusión o descalificación. La queja dejó de ser un asunto de momento, de circunstancia, para convertirse en la charla preponderante. En el caso de mi amigo, después de varias consultas médicas por crisis de ansiedad, un buen día decidió tomarse las cosas con más calma: comenzó a variar (no a cambiar) sus hábitos alimenticios para aprovechar los productos que encontraba y evitarse molestias o colas innecesarias; empezó a utilizar menos su vehículo y a caminar más, tomándoselo como ejercicio. Organizó su agenda, no en función de cuando debía ir a hacer tal o cual cola, si no en torno a eventos culturales (muy auspiciados por la Revolución, le tocó reconocerlo) para alimentar más su espíritu y no tanto sus hábitos.
En fin, progresivamente redujo sus resentimientos y las razones que los motivaban. Al mismo tiempo que comenzaba a sentirse más tranquilo, de mejor de ánimo, se dio cuenta de las miradas, los silencios y los murmullos en los pasillos cuando lo veían pasar. Al dejar de quejarse mi amigo fue gradualmente excluido de sus círculos sociales y académicos. Ya no compartía con ellos la queja, que era el tema preponderante, y cualquier propuesta de su parte de un nuevo tópico de conversación recibía como respuesta sarcasmos, ironías y descalificaciones, generalmente hechas en muy mal tono. Y un buen día, estando presente mientras otros compañeros de trabajo gimoteaban sobre el asunto de los dólares, se percató que estos lo miraban de manera desafiante, como si él fuera el responsable de sus males.
Actualmente mi amigo sigue siendo opositor, aunque ahora ha asumido una postura más crítica sobre muchos temas y no tanto de negación, que es distinta a la crítica. Ya no se reúne con otros profesores o amigos, consciente de que su presencia no es bien recibida por ser, según ellos, “chavista”. “El discurso de la queja – me dijo finalmente mi amigo – no sólo excluye a quienes no se hacen eco de él, también con mucha frecuencia viene de los que con su indiferencia, irresponsabilidad o complicidad son los principales causantes de la situación que condenan”.
José Vicente Castillo
palamedes_77@hotmail.com
El modelo rentista – capitalista y la perorata de la oposición sobre el “modelo”
Muchos dirigentes de la ultra derecha venezolana han adoptado el discurso inclusivo y reivindicativo del chavismo, presentándose casi que como herederos del Comandante y de su legado. Evitan cualquier discusión en el plano ideológico. Niegan, invisibilizan o deforman los logros del gobierno. Utilizan la táctica sofista de atacar y atacar con preguntas, tratando de agotar y molestar a sus interlocutores. Sus respuestas, cuando las dan, son de una simplicidad pasmosa, como si todo fuera extremadamente sencillo o como si no hubiera más razón para los problemas del país que la, según ellos, “extrema negligencia” del gobierno chavista – castro – comunista. Bajo ninguna circunstancia mencionan al capitalismo, pero atacan constantemente al socialismo, culpando al socialismo inexistente de los males del capitalismo vigente.
Desde que la Revolución Bolivariana asumió las riendas del país, se han desarrollado una serie de medidas de inclusión social y política. La Constitución Bolivariana, los consejos comunales, las comunas, las misiones socialistas, etc., son parte de la nueva arquitectura política y social de Venezuela. Pero todo esto se hizo bajo el sistema rentista – capitalista, estas cosas no se hicieron en socialismo. La campaña “Hecho en Socialismo” fue, a la larga, enormemente contraproducente. Ya en su momento el Comandante Chávez lo había advertido y señaló que dejáramos de colocarle la etiqueta “socialista” a todo.
El rentismo es propio del sistema capitalista, no del socialismo. La oposición ha aprovechado nuestras fallas en materia de comunicación y su discurso es culpar al “modelo” o al “modelo rentista” sin aclarar que en realidad es el modelo “rentista – capitalista”. Hay que ser muy insistentes en precisar que el actual modelo es “rentista – capitalista”, o se inscribe dentro del capitalismo mundial. Solamente profundizando la transición hacia el socialismo podemos salir de la crisis.
Los voceros del gobierno nacional no pueden ni deben dejarse imponer el discurso por la oposición. Cada vez que algún vocero u opinador de oficio de la derecha hable del “modelo”, hay que explicar que el actual es “rentista – capitalista” y que sólo avanzando con firmeza en la construcción del modelo socialista podemos hacer un país próspero, de igualdad, justicia social y verdadera democracia.
José Vicente Castillo
palamedes_77@hotmail.com
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